Presentación de la OSSLA en la clausura del XXIV FESTIVAL INTERNACIONAL UNIVERSITARIO DE LA CULTURA DE LA UAS.
12 de mayo de 2019
Con el gran concierto de gala Réquiem de Gabriel Fauré a cargo de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes (OSSLA) la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) clausuró su XXIV Festival Internacional Universitario de la Cultura 2019 «Dr. Jorge Fausto Medina Viedas», con el que celebra 146 años de fundación.
El escenario del teatro auditorio de la Torre Académica Culiacán UAS, lució espectacular con la imponente presencia de la OSSLA, el Taller de Ópera de Sinaloa (TAOS) y el Coro de Ópera de Sinaloa (COS). Quienes magistralmente dirigidos por el maestro Miguel del Real, director artístico y titular de la OSSLA supieron contagiar a los asistentes de la calidez y paz espiritual de este famosísimo Requiem de Fauré.
El MC. Homar Medina Barreda, coordinador general de extensión de la cultura en la UAS, en nombre del rector de la UAS Dr. Juan Eulogio Guerra Liera, hizo entrega de un reconocimiento a la OSSLA por su participación, recibieron dicha distinción Papik Ramírez Bernal director general del Instituto Sinaloense de Cultura y el Mtro. Miguel del Real.
En la primera parte del programa la OSSLA acompañada del solista José León, trombón principal de la Orquesta Sinfónica de Venezuela y ganador de innumerables concursos, interpretaron el Concertino OP. 45 para trombón y orquesta de cuerdas del compositor Erick Larsson. El público al final de la pieza pidió «Encore» y la sección de trombones y percusiones improvisaron una pieza para el goce de los presentes.
Después del intermedio se incorporaron al escenario TAOS y COS para interpretar al lado de la OSSLA la obra que inmortalizó a Gabriel Fauré su Réquiem. Estuvieron además la soprano Rosa Dávila y el barítono Eduardo Martínez.
Es posible que motivado por el fallecimiento de su padre Fauré decida escribir una misa de muertos, un Réquiem. Además que la mayor parte de su vida la dedicó a acompañar al órgano en servicios fúnebres, el mismo confesó que ya sabía todo de memoria (refiriéndose a la música de iglesias) y por eso él escribió algo diferente a lo que ya exstía. Lo peculiar de esta obra es que por primera vez en el género la música es capaz de mirar fijamente a la muerte sin intimidarse, encontrando en ella una experiencia liberadora y reconfortante. No parecen existir pues para el autor responsabilidades más allá de lo terrenal, ni nadie que pueda exigirlas. Sólo un grato y apacible paraíso que Fauré nos describe musicalmente al final de la partitura.
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