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Mozart y la masonería: música entre la luz y el secreto

Escrito por Aldo Rodríguez el 5 de diciembre de 2025

Mozart murió el 5 de diciembre de 1791. Este 5 de diciembre de 2025 se cumplen 234 años de su muerte, y todavía seguimos descubriendo capas nuevas en su música. Una de las más incómodas —para algunos— y más fascinantes —para quien se atreve a mirar de frente— es su relación con la masonería.

Durante siglos, la palabra “masonería” ha sido envuelta en mitos: pactos demoníacos, conspiraciones, oscurantismo. La Iglesia católica condenó formalmente a los masones desde el siglo XVIII, y sin embargo, cardenales, obispos e incluso personajes cercanos al entorno papal han estado vinculados, de una u otra forma, a logias discretas. Esa tensión entre condena pública y práctica privada nos dice más de la hipocresía de las instituciones que de la masonería misma.

En el caso de Wolfgang Amadeus Mozart, la masonería no fue un adorno exótico ni una anécdota biográfica: fue un eje espiritual, intelectual y humano que atraviesa sus últimos años de vida y deja huella profunda en su obra.

Viena, la Ilustración y una logia llamada “Beneficencia”

Mozart llega a Viena a una ciudad en ebullición intelectual. La Ilustración no era sólo una moda filosófica: era una nueva forma de entender al ser humano, la razón, la igualdad, la libertad de pensamiento. En ese contexto, las logias masónicas eran espacios donde se reunían nobles, científicos, filósofos, matemáticos, artistas, funcionarios ilustrados.

El 14 de diciembre de 1784, Mozart es iniciado como aprendiz en la logia vienesa “Zur Wohltätigkeit” (Beneficencia); en enero de 1785 asciende a compañero y poco después alcanza el grado de maestro. 
Frecuenta también la logia “Zur wahren Eintracht” (La Verdadera Armonía), una de las más prestigiosas de Viena, en la que se daban cita figuras de la ciencia y de las letras. 

Lo interesante es que Mozart no llega a la masonería desde cero:

  • Desde niño convivió con amigos masones de su padre Leopold, quien más tarde también sería iniciado en Viena.
  • La sensibilidad ilustrada —la crítica al privilegio de cuna, la idea de que la nobleza verdadera es la del espíritu— ya estaba en su cabeza antes del mandil y los rituales.

Eso se percibe en óperas como Las bodas de Fígaro, donde el héroe es un sirviente y el conde noble queda exhibido en su pequeñez moral.

Para Mozart, la logia no fue una secta clandestina, sino un laboratorio de ideas: fraternidad, igualdad, búsqueda del conocimiento, perfeccionamiento interior. Todo eso encajaba perfectamente con sus inquietudes personales y con su música.

¿Qué busca la masonería y por qué resonó tanto en Mozart?

Más allá de leyendas negras, la masonería, tal como la vivió Mozart, es una asociación discreta, no secreta, que se articula en torno a algunos ejes:

  • Búsqueda de la verdad y del conocimiento, más allá de dogmas cerrados.
  • Mejora del ser humano: ética, autocontrol, trabajo interior.
  • Fraternidad y tolerancia entre personas de distintas clases sociales y credos.
  • Simbolismo: números, geometría, arquitectura, luz, oscuridad, silencio, palabra.

Todo esto se expresa a través de rituales, y en esos rituales la música es esencial. Textos de la época lo dicen con claridad: la música debe fomentar unidad, humanidad, paciencia, virtud, lealtad, y despertar un sentido de libertad interior. 

Ahora pensemos en Mozart:

  • Un hombre formado desde niño en la gramática de la música.
  • Un espíritu sensible a la geometría del sonido, al orden y a la proporción.
  • Un creador obsesionado con la dimensión ética de sus personajes, incluso cuando se disfrazan de comedia.

Era casi inevitable: el lenguaje simbólico masónico encontró en Mozart a un traductor privilegiado. Y él, a su vez, encontró en la masonería un campo perfecto para experimentar con una música que no sólo entretiene, sino que transforma.

Los signos musicales de la masonería en Mozart

La música masónica de Mozart no es simplemente “música bonita usada en un ritual”. Tiene una retórica propia:

  • El número tres (fundamental en el simbolismo masónico) se vuelve protagonista: acordes iniciales en tres golpes, frases en grupos de tres, armonías en tres voces bien definidas.
  • Ritmos que evocan el llamado a la puerta de la logia (tres golpes) aparecen integrados como motivos musicales.
  • El tono de ciertas obras masónicas es menos virtuoso y decorativo, y más sobrio, grave, humanista, en contraste con el estilo galante predominante en otros contextos.

En otras palabras: la masonería no sólo le dio a Mozart textos y encargos; le ofreció un código musical que él supo llevar a una profundidad inédita.

Las obras masónicas de Mozart: del lied íntimo al funeral fraternal

La lista de obras que Mozart compuso directamente para logias o ceremonias masónicas es amplia y muy concreta. Entre ellas encontramos:

  • “Auf die feierliche Johannisloge: O heiliges Band der Freundschaft treuer Brüder”, K. 148/125h (1772): un canto temprano que, más allá de detalles de fechas, nos muestra al joven Mozart dialogando con el lenguaje fraternal y simbólico de las logias.
  • “Die Maurerfreude” (La alegría del masón), K. 471 (1785): cantata para tenor, coro masculino y orquesta, escrita en honor de un destacado hermano masón. La música celebra la fraternidad como una forma de luz interior.
  • “Maurerische Trauermusik” (Música fúnebre masónica), K. 477/479a (1785): una de las piezas más sobrecogedoras de Mozart. Escrita para el funeral de dos hermanos masones, se adentra en una tonalidad sombría (do menor), con un uso magistral de maderas graves —clarinetes, corni di bassetto, fagot— y ecos de canto gregoriano. Es un adiós fraterno, pero también una meditación musical sobre la muerte y el tránsito hacia otra forma de luz.

Y, de manera muy significativa, encontramos dos obras tardías, casi al final de su vida:

  • “Die ihr des unermeßlichen Weltalls Schöpfer ehrt”, K. 619 (1791): una pequeña cantata en alemán en la que el texto alude al Creador del universo, no desde un dogma específico, sino desde una espiritualidad amplia, muy cercana a la sensibilidad masónica.
  • “Laut verkünde unsre Freude” (Pequeña cantata masónica), K. 623 (1791): una celebración luminosa, escrita prácticamente en los últimos meses de vida de Mozart, que es casi un testamento musical de su fraternidad masónica.

También compone canciones para la apertura y cierre de los trabajos de la logia, como:

  • “Zur Eröffnung der Freimaurerloge: Zerfließet heut’, geliebte Brüder”, K. 483.
  • “Zum Schluß der Freimaurerloge: Ihr unsre neuen Leiter”, K. 484.

Son, por así decirlo, el “pequeño lied” de entrada y el de despedida, música escrita para acompañar lo que en la logia se vive en silencio y palabra: el inicio de los trabajos, la clausura, la reflexión final. 

De la logia al teatro: La flauta mágica como rito de iniciación

Todo ese universo simbólico culmina en una de las óperas más amadas del repertorio: “Die Zauberflöte” (La flauta mágica), K. 620, estrenada en 1791.

Para el gran público, es un cuento de hadas: príncipes, reinas de la noche, tambores mágicos, animales que bailan. Pero bajo la superficie fantástica hay una estructura clarísima de rito de iniciación masónica:

  • Tres damas, tres muchachos, tres templos, acordes iniciales en mi bemol mayor (tres bemoles) en la obertura: el número tres regresa una y otra vez, no como tic, sino como firma simbólica.
  • Tamino y Pamina atraviesan pruebas de silencio, fuego y agua, como en un camino iniciático hacia la luz y la sabiduría.
  • Sarastro encarna la figura del maestro sabio, no exento de severidad, pero alejado del despotismo. La Reina de la Noche, por el contrario, representa el reino del miedo, de la manipulación, de la oscuridad emocional.

En lugar de un credo rígido, la ópera propone valores profundamente masónicos y profundamente humanos:

  • La razón por encima del fanatismo.
  • La fraternidad por encima de la jerarquía de sangre.
  • La búsqueda de la verdad como tarea de toda la vida.

Por eso La flauta mágica, más que una ópera “sobre magia”, es una ópera sobre la transformación del ser humano. Y lo hace con una música que es al mismo tiempo popular, accesible y cargada de un simbolismo que quien quiera puede leer… o ignorar.

Mozart, católico y masón: tensión y síntesis

No hay que olvidar que Mozart vivió en un mundo donde ser católico y masón era, en teoría, incompatible. Desde décadas atrás, el papado había condenado la masonería y amenazado con excomunión a quienes se iniciaran en ella. 

Sin embargo, Mozart no renuncia a su fe católica; simplemente la ensancha. Su religiosidad se expresa tanto en misas, letanías y el célebre Réquiem, como en sus obras masónicas. Dios deja de ser sólo el Dios de una institución y se convierte, en su música, en el Creador del “inconmensurable universo”, el arquitecto de una armonía que se refleja en las proporciones de una fuga, en el equilibrio de una sonata, en la justicia poética de una ópera.

En ese sentido, Mozart fue hijo de su tiempo y, al mismo tiempo, adelantado al nuestro: un creyente que no teme a la razón, un hombre de fe que se sienta en logia a escuchar argumentos, un compositor que entiende la música como puente entre ciencia, símbolo y espíritu.

234 años después

A 234 años de su muerte, seguir reduciendo la masonería a “lado oscuro” y “pactos demoníacos” es, además de injusto, intelectualmente pobre. En la vida de Mozart, la masonería fue un espacio de libertad intelectual, un círculo de amistades profundas y un estímulo creativo poderosísimo.

Si estudiamos con calma sus partituras, si observamos los números, las estructuras, los gestos musicales, veremos que una parte importante de su obra está atravesada por ese vocabulario simbólico. No hay que espantarse: la música de Mozart no se contamina por ello; al contrario, se enriquece.

El que tenga ojos, que vea.
El que tenga oídos, que oiga.

Y el que escuche hoy la Música fúnebre masónica, las cantatas de logia o La flauta mágica, tal vez descubra que detrás de las notas hay algo más: un hombre que, a través de la masonería, buscó ser mejor, entender mejor el mundo y traducir esa búsqueda en sonido. Y eso, nos incomode o no, forma parte esencial de lo que llamamos Mozart.