Radio UAS: 54 años en el aire
Escrito por Aldo Rodríguez el 7 de octubre de 2025
Cuando llegué a Culiacán, en 1983, venía de la Ciudad de México, de una vida rodeada de sonidos, de estaciones y de voces que formaron mi oído. En casa, mi padre y yo éramos devoradores de radio: Radio UNAM, WFM, XELA, Stereo Rey… éramos hijos de la frecuencia modulada y del asombro. Y, sin embargo, al llegar a estas tierras, la única estación que nos cautivó de inmediato fue Radio Universidad Autónoma de Sinaloa.
Era una radio distinta. Cultural, amable, viva. Sus locutores no solo ponían música: la narraban. Contaban la historia detrás de una ópera, la vida del compositor, el contexto, las anécdotas. En aquella época, en el 1150 de AM, Radio UAS tenía vínculos con emisoras internacionales: La Voz de Alemania —la entrañable Deutsche Welle—, Radio Nederland, Radio Moscú, Radio Francia. Llegaban producciones del IMER y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Aquella Radio UAS era un universo.
Nunca imaginé que años después formaría parte de él. En 1985 o 86 fui por primera vez a la emisora, no a pedir trabajo, sino a *intercambiar discos. Desde niño los coleccionaba, y sabía que la radio tenía joyas discográficas que yo no tenía, y viceversa. Me recibió el entonces director, Roberto Fernández Camacho. Conversamos un rato. “¿Tú eres Aldo Rodríguez, el que escribe en *El Sol de Sinaloa?”, me preguntó. Le dije que sí. “¿Y no te gustaría hacer un programa aquí?”.
Así nació mi primer espacio: Música Selecta para Guitarra. Yo ya tenía una formación radiofónica autodidacta gracias a mis horas de escucha. De joven me grababa en casa leyendo textos de enciclopedias, tratando de imitar el ritmo natural de los locutores de la Deutsche Welle. Por eso, cuando me puse frente al micrófono, sentí que volvía a casa.
Con el tiempo vinieron otros programas: El Esplendor de la Música Barroca, En Concierto, y cápsulas científicas realizadas con guiones del Conacyt. Me enamoré de la radio y de su gente.
Conocí a muchos de los fundadores, pioneros que ya no están. Aquella vieja sede en la Rosales, casi esquina con Morelos, era un hervidero de ideas, un crisol de voces y convicciones. Todavía flotaban los ecos del 68, del 71, de la efervescencia universitaria. En un mismo pasillo podían sonar Violeta Parra y Bach, Silvio Rodríguez y Vivaldi.
En 1987 empezamos a hacer transmisiones del naciente Festival Cultural Sinaloa, con un equipo muy rudimentario y todavía en AM. Pero transmitíamos los conciertos, las óperas, y con ellos llegaban artistas que jamás pensamos que pisarían tierra sinaloense: una Victoria de los Ángeles, un Narciso Yepes… Radio UAS los transmitió, y yo tuve el honor de narrar esos conciertos y muchos más.
También fuimos pioneros en las transmisiones de los Viernes del Patio, organizados por el Ayuntamiento de Culiacán, un esfuerzo cultural que llenaba de vida los espacios públicos y que el público seguía con entusiasmo.
Con el paso de los años, ese tipo de transmisiones se fue perdiendo, sustituido por los llamados “controles remotos”, la mayoría innecesarios, que nos hicieron perder algo esencial: la cercanía viva con el auditorio, el pulso directo de la programación, el ritmo natural de la emisora. Pero bueno… esa es otra historia.
A finales de los ochenta, la radio fue cambiando —y con ella, los noventa, los dos mil y los años recientes. Aprendí una lección que nunca he olvidado: la radio es la voz de su director. Su sensibilidad, su visión, su gusto musical —o su ausencia— determinan la dirección del aire que respiramos.
Luego vino una decisión importante: dejar la carga académica en la ahora Facultad de Artes para dedicarme por completo a la radio. Fue una de las mejores decisiones de mi vida. El director me dio libertad creativa, y la utilicé no para hacer lo que quisiera por vanidad, sino porque quería que la radio mejorara.
No peco de modesto al decirlo: fui el primer productor que introdujo el disco compacto en la emisora. En 1989 logramos comprar los primeros reproductores y conectarlos a cabina, aún en AM. Después, propuse sustituir las viejas cartucheras por *minidisc, y también lo conseguimos. Fui, además, el primero en codificar música en formato **MP3, un paso más hacia la digitalización. En 1996 transmitimos el **primer programa por internet, y para 2002-2003 ya teníamos toda la estación al aire en línea. A mediados de los noventa presenté el *primer software de cabina, y pasamos del sistema manual al computarizado. Cada cambio fue un pequeño milagro técnico, producto de gestiones, insistencia y del cariño compartido por mis compañeros.
He disfrutado enormemente ser parte de esa evolución tecnológica. Y agradezco a todos los directores que creyeron en mis proyectos, en mis locuras, en mis sueños. Sin ellos, nada habría sido posible.
En 1990 la radio vivía un periodo difícil. Era conocida como la Rancherita del Cuadrante, y en medio de ese ambiente adverso nació Hablemos de Música, un 15 de enero de 1990. Han pasado treinta y cinco años ininterrumpidos, cerca de veinte mil programas al aire. Treinta y cinco años de compartir, de hablar de la música de los grandes maestros, de acercar al oyente al misterio del arte sonoro. Este programa me ha dado inmensas satisfacciones y, con el paso del tiempo, se ha convertido en una carta de presentación de la emisora. Me siento honrado, porque no es un programa mío: es un programa de Radio Universidad Autónoma de Sinaloa.
Tuve también la fortuna de que una de mis producciones, Con Alma Mexicana, se transmitiera en Radio Nederland en los Países Bajos, gracias a un convenio de colaboración firmado por Roberto Fernández Camacho. A eso se sumaron otros proyectos: Aldo de Jazz, que originalmente nació en radio comercial pero hoy forma parte de Radio Universidad, y Hablemos de Ópera. Todos ellos me han traído grandes satisfacciones y son programas que, en lo personal, quiero que queden para la posteridad.
Durante muchos años fui además la voz institucional de la emisora. Creé identificaciones, seleccioné músicas que quedaron en la memoria del público y di forma a la identidad sonora de una estación que siempre buscó ser cultural, cercana, auténtica. Entre esos proyectos se encuentra Aldea Global, un programa muy querido por la audiencia, que sigue vigente y vivo en el corazón de quienes lo escuchan.
Porque la radio es mágica. Lo es porque su materia prima es invisible. Una voz que viaja, vibra, toca y se queda. Un puente entre quien habla y quien escucha. Ese oyente anónimo, silencioso, que enciende su receptor sin saber quién está del otro lado, pero siente compañía. Es por él, por ellos, que existimos.
Y, sí, también ha habido tiempos difíciles. Los últimos años han sido complejos … de un*oscurantismo total. La radio se manejaba en automático, sin rumbo, y sobrevivía gracias al amor de quienes seguimos aquí, cuidando su pulso. Pero ahora el aire cambió. Hoy respiramos *una nueva etapa, con una joven directora que es gente de radio, Brenda Rodriguez formada en nuestras filas, que ama profundamente este medio. Se siente distinto. Radio UAS suena distinto. Hay entusiasmo, hay esperanza.
Estamos empezando el primer cuarto del siglo XXI con ideas frescas, con renovación y con nuestra cooperación.
Cincuenta y cuatro años después, Radio Universidad Autónoma de Sinaloa sigue siendo más que una estación: es una familia de voces. Un espacio donde he conocido a mucha gente, hecho muchos amigos y aprendido a mirar la vida con oídos atentos. Orgulloso de ser parte de esta historia, celebro su persistencia, su capacidad de reinventarse y de seguir siendo el faro cultural de nuestra universidad.
La radio nos enseña a escuchar lo invisible, a construir comunidad con sonidos. Y mientras haya alguien dispuesto a encender el transmisor, a hablar con pasión, a tender ese hilo invisible entre dos almas, la radio seguirá viva.
Larga vida a Radio UAS, en sus primeros 54 años.
Larga vida a la magia de la voz.